Este, hoy reconocido y hermoso deporte, llegó al viejo continente procedente de las Américas. Nació cuando una tribu de surfistas Californianos no conseguían surfear por falta de olas, y se les ocurrió poner ruedas a sus tablas. Este hecho que surgió como siempre del ingenio y la necesidad, pronto se convirtió en una nueva forma de expresión urbana.

Lo que parecía solo una moda pasajera y una mala copia de otra “americanada”, llegó a Europa para quedarse.

Barcelona, Berlín, Copenague, París, Moscú, Londres, Madrid…grandes capitales Europeas comprometidas con el arte, la cultura y el deporte, son hoy día referente para miles de riders, nacidos en la época digital, “urbanitas de pro”.

Pensar hoy día en la conveniencia o no de un skatepark, no tiene ningún sentido, después de observar la evolución de este movimiento cultural y deportivo.

En EEUU sobre los años 2000 detectaron que había más niños usando un skate que jugando al béisbol (deporte nacional) y las autoridades culturales y sanitarias vieron una mejora en el estado físico de los niños que iban a clase en su monopatín. Se realizaron estudios en los que se percataron que el uso del skate mejoraba el respeto entre los jóvenes además de ayudarles a conectar socialmente con otras personas dentro del buen ambiente creado por este deporte.

El hecho que ha puesto fin al debate sobre los skateparks ha sido la incorporación del skateboard como deporte olímpico, aprobado por el COI, el 3 de agosto de 2016.